viernes, septiembre 21, 2012

De tradiciones y tropiezos

Vivir en  Tomatal es una maravilla, tiene su código y una forma de vida única, tal vez suena difícil de entender (y lo es), pero hay algunas cosas muy sencillas a simple vista.
¿Quién se ha muerto de hambre en Tomatal?
Quien entiende como sobrevive Chivis, como sobrevivieron algunos niños descalzos y sin cuidados, entender como se hizo la boda de Vero, saber quien hace una buena cochinita, entender el compromiso que adquiere el deudo en la levanta de cruz, es entender un poco Tomatal.
En esta vida lo único seguro es la muerte, y en Tomatal un modo para recibir un entierro digno también.
Hace casi quince años que me salí de Tomatal buscando oportunidades y retos, pero parte de mi corazón siempre está ahí, no he dejado de frecuentarlo, los últimos años pasaba los primeros días del año en Tomatal, esperando poder partir la rosca con mi abuela, disfrutarla un poquito a solas, y me daba la oportunidad de empaparme del pueblo, no almorzar con mis padres los domingos porque tenían junta de ejidatarios, ver a las mujeres organizarse para visitar a algún enfermo o algún anciano, caminar por la calle principal y decir buenos días cada cinco pasos, encontrar una sonrisa en cada esquina, escuchar las aves en las mañanas, escuchar y ver de cerca la muerte e ir a asistir a los deudos.
Es una forma de vida única.
Es difícil de entender si no estás ahí o si has perdido el contacto con los que te rodean y la sensibilidad de que eres parte de un todo.
Hoy me atrevo a hablar de las ofrendas en días de muertos.
Para empezar considero que el termino correcto y apropiado es ofrendar, degradado por el termino poner ofrenda.
Ofrendar es la última oportunidad de sentir cerca el cariño del corazón que ha dejado de latir, la última oportunidad de guisar lo que le gustaba a nuestro difunto, de ofrendar el cariño hacía él o ella, de interpretar por los deudos las mejores virtudes, los sucesos más relevantes, la única oportunidad de tributar en un altar al difunto, siendo estas oportunidades un derecho de los más cercanos, de los más allegados y para el resto comprender que sólo estar es más puro y que todo lo que se acerca a este altar será siempre bien recibido.
Es el último paso del adiós, es una puerta a la melancolia, al los buenos recuerdos y también a las sonrisas y por último a aceptar la nueva forma de vida.
Y que espectáculo tan maravilloso mirar el panteón lleno de velas y veladoras desde la orilla del pueblo dándonos la impresión de que los que moran ahí danzan de felicidad porque los hemos visitado.
Esto es una parte de Tomatal, esto es una parte con lo que crecí y que me definen como persona, como Tomateco.
Seguramente mi percepción es corta por la distancia que ahora tengo con Tomatal.
Seguramente omito varias cosas pero es lo que ahora les puedo compartir.
Gracias por leer.

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